¿Por qué los medios no se hicieron eco del estudio que acaba de publicar una de las mejores revistas de educación del mundo, sobre el efecto del programa "una tableta/niño" del Gobierno de Catalunya?
Es fácil responder a esta pregunta en redes sociales la divulgadora Catherine L´Ecuyer. Si observamos el crecimiento de ese mercado que abarca desde la venta de servicios educativos hasta la salvación del mundo (pasando por eventos, cursos, congreshows, etc.), parece que la respuesta hay que buscarla en la bolsa más que en la vida.
Desde este enlace se puede acceder al artículo publicado en Science Direct, una de las revistas educativas más reputadas. Lo hace recomendable no es tanto el prestigio del medio como las condiciones del análisis. Se trata de un estudio longitudinal realizado desde 2009 hasta 2016, teniendo en cuenta otros factores influyentes en el proceso educativo y, además (muy importante) con evaluaciones objetivas basadas en competencias.
Normalmente, los partidarios de algunas supuestas innovaciones educativas esgrimen que el descenso en cantidad y complejidad de contenidos mejora las competencias, como si el conocimiento no se crease o destruyese sino sólo se transformase. Sí, es difícil para el sentido común creer que conociendo menos conceptos teóricos se pueda mejorar en las operaciones prácticas, pero es lo que suelen alegar estos novatores cuando se cuestionan sus dogmas o postulados, que de todo hay ahí en batiburrillo.
Pues bien, en pruebas competenciales (exámenes prácticos estilo PISA, por simplificar), el descenso en los resultados de los alumnos de ese programa, que prometía las puertas del paraíso educativo por el mero hecho de introducir tablets y ordenadores en las aulas, es cuando menos preocupante: el descenso de puntuación en las evaluaciones de asignaturas troncales como matemáticas y lenguas española, catalana e inglesa ha oscilado entre un 3,8 y un 6,00 %. Los alumnos varones han bajado entre el 10% y el 42%.
Es para coger aire antes de seguir leyendo. Y escribiendo.
Además de algunos estudios que desaconsejan el uso de estos dispositivos por poco saludables, hay ya bastantes pedagogos que señalan cómo algunas competencias (lectoescritura, creatividad, operaciones abstractas...) no se desarrollan adecuadamente en niños y adolescentes porque el uso de esta tecnología no las moviliza.
No faltan los pediatras y psicólogos que, además de problemas como la miopía o la obesidad, resaltan el incremento de los casos de conductas compulsivas o adicciones conductuales como la ludopatía: un asunto no menor si tenemos en cuenta que la Comunidad de Madrid ya ha abierto un servicio de atención y tratamiento a estos trastornos en la adolescencia y que la Policía ha empezado ya a ofrecer charlas en los colegios para reflexionar sobre su incidencia, dada la creciente alarma social por el aumento de estos trastornos entre los más jóvenes.
Es para coger aire antes de seguir leyendo. Y escribiendo.
Las ya no nuevas tecnologías de la información forman parte del paisaje social y laboral y, como todo cambio sociológico, traen con ellas problemas y promesas, soluciones y riesgos, pero ya no es una opción dejarlas de lado con olímpico desdén.
Por otra parte, a tenor de resultados como los del estudio que da pie a esta reflexión: ¿Habría que demonizar las tics? Nada indica que haya que hacerlo y ese gesto histérico, como cualquier mantra, serviría sólo para conjurar los miedos de los temerosos.
¿Puede decirse que su planteamiento pedagógico y su inserción en la práctica educativa estén siendo un éxito? Cada vez parece más patente que no. La mezcla de intereses mercantiles con el gusto por adoptar modas, la cada vez más evidente flaqueza teórica y de reflexión pedagógica fundamentada que se observa entre los apologistas permite pensar que será más prudente seguir cogiendo aire y reflexionando antes de leer. Y sobre todo antes de escribir ditirambos que, como cada vez indican más estudios, alejan de un progreso educativo real y efectivo.